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"En un mundo multilateralista la negociación es la única forma de resolución definitiva de los problemas"

sábado, 18 de septiembre de 2021

 


En altas horas de la madrugada del 6 de septiembre último en los alrededores de una de las instalaciones carcelarias de alta seguridad del sistema represivo israelí (IPS), delgadas sombras se movían con rapidez entre las penumbras para no ser detectados por los tiradores de los murallones. Seis siluetas se escurrieron silenciosamente en la oscuridad para hallar la libertad de un presidio político administrado por el régimen ocupante de Israel.

En la mañana, la desagradable sorpresa para el director del presidio judío de “Gilboa” (uno de los 20 presidios existentes) repercutió en los pasillos de la burocracia gubernamental llegando al mismo despacho del actual jerarca Naftaly Bennet. Seis de sus prisioneros se escaparon por un estrecho túnel excavado con cucharas de café desde un baño hasta un sendero próximo a la torre de vigilancia del penal, una osada maniobra de escape que dejó a los israelíes completamente asombrados por las dimensiones del túnel excavado y por los medios utilizados. Como dice el dicho, “se les escaparon bajo las narices” y esa afrenta se la harían pagar con creces.

Los protagonistas de la fuga fueron seis combatientes de diferentes ramas de la resistencia armada palestina, luchadores por la liberación de sus tierras no delincuentes como los israelíes y los medios occidentales los presentaron. Uno de ellos, un líder de “Al Fatah” de Jenin y los otros cinco miembros de la “Jihad Islámica” quienes hoy por hoy la mayoría fueron recapturados gracias a la siniestra metodología del terror aplicada desde el estado.

¿Cómo logró Israel recapturar con tanta rapidez a cinco de estos fugados? Al parecer, la política de terror lo abarca todo en la vida de este estado y es por ello que (como viene sucediendo desde hace 70 años) no ha dudado en hacer uso de estas prácticas para recapturarles. Según lo informaron fuentes palestinas, la Shin Bet (la temible policía secreta) y otros agentes del estado israelí usaron a los familiares de cada uno de los detenidos como moneda de cambio. Incluso en uno de los casos, fueron hasta la casa de uno de ellos y tras secuestrar a su esposa, lo amenazaron con que si no se entregaba ella pagaría las consecuencias.

La presión funciono y tras entregarse cada uno de ellos, fueron duramente golpeados y luego sometidos a brutales torturas que llevó a que alguno de ellos terminara siendo hospitalizado ¿A dónde estaba el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas?

¿Le asombra esto? El uso de la violencia física como psicológica por el estado de Israel es tan real como la arbitrariedad y la impunidad con la que se conduce con toda la población árabe-palestina. Lo hemos visto tanto en sus ataques en el exterior (Siria, Líbano, Iraq etc) como en sus acciones contra la población civil palestina entonces ¿Por qué cree usted que no iban a hacer lo mismo con los prisioneros que caen en sus manos? Son incontables las tretas y los abusos contra la humanidad que han ejecutado en nombre de su derecho a la defensa y la supervivencia.


El asesinato a sangre fría de la joven palestina de 28 años de edad Mai Afaneh en junio pasado no solo se inscribe en la cruenta política de Apartheid israelí sino también otro ejemplo más de la impunidad que los agentes del estado tienen en estos crímenes.

Pero la extensa casuística del uso de la represión por parte de Israel va más allá de estas excusas. Los casos de detenciones arbitrarias y sin justificaciones, están puntualmente direccionadas contra la juventud palestina revelando como los ocupantes tratan de destruir a quienes podrían llegar a ser un serio problema del futuro. El caso del joven Samer Arbeed en 2019 es uno de miles que engordan los expedientes de estos crímenes. En la mañana del 25 de septiembre de 2019 las fuerzas israelíes irrumpieron en su casa de Ramallah y tras someterlo a golpes fue llevado al centro de detención “Al Moscobiyye” en Jerusalén donde dejado a manos de “especialistas” siguió siendo torturado para ser luego hospitalizado gravemente.

Las torturas y los abusos en sus centros de detención y prisiones son parte de este sistema retorcido. Un sistema bien aceitado y en el que la tortura se ha perfeccionado a lo largo de las décadas por su extensa práctica en la que participan médicos y especialistas de diversas ramas de la ciencia que conocen donde producir más dolor, teniendo a los palestinos como sus cobayos.    

Poco o nada se dice de esto en Argentina o más bien en los medios capitalinos advertidamente alineados con la política de aquel estado. Hablar de una realidad como son las prisiones de Israel y cuáles son las condiciones en las que se destinan y mantienen para encerrar a los palestinos no es muy fácil de explicar.

Para los defensores y justificadores de este estado de cosas se trata de una situación legal. Para quienes creemos que esto es una aberración de alcance universal, se trata de una herramienta política para “criminalizar” la resistencia palestina contra la ocupación que, como lo enseña la historia contemporánea, es una realidad que no ha podido ser controlada por la Comunidad internacional ¿Los motivos? Son varios, pero podemos decir que los principales parten de la influencia política y el poder financiero que Israel por medios de sus organizaciones trasnacionales despliega en el mundo.

No solo las condiciones de detención son motivo de críticas sino también y lo fundamental, las causas que motivan los arrestos que muchas veces están enmarcados en las llamadas “detenciones administrativas”, una aberración más contra la legalidad internacional y el respeto de los derechos de los palestinos. Y esto no es una exageración o un ensañamiento “judeofobo” (como tratan de argumentar rápida y repetidamente los sionistas). Los documentos gráficos que se vienen recopilando a lo largo de 70 años de ocupación, violencias y usurpaciones ilegales son contundentes para fundar estas conclusiones.

En la práctica represiva del estado no hay distinciones de edades. El daño que Israel ha causado y sigue causando a la integridad de los niños palestinos es tan grave y escandaloso que sigue siendo una materia pendiente que esto sea investigado por las instancias penales de la Corte Penal Internacional. 

En Argentina hay un gran prurito para hablar del tema. Uno de los obstáculos para ello son las conexiones gubernamentales que Buenos Aires y Tel Aviv mantienen en las áreas de “seguridad”. Pero también por una clara y advertible influencia dentro del espectro de los medios locales que condiciona el abordaje de estos temas. Ni hablar de criticar las inhumanidades que comete diariamente el estado ocupante y en ello colaboran con gran entusiasmo los emporios mediáticos y sus informadores de cara a la opinión pública. Tanto la dirigencia política de la comunidad como sus militantes más radicales son conscientes del bochorno que causaría exponer al debate público estas execralidades a una opinión pública que actualmente está mucho más informada y con consciencia del respeto a los derechos humanos sin distinciones odiosas de credo o religión.

Abusos como el cometido contra el pequeño Mustafa Khalil Amira golpeado bestialmente por una patrulla del ejército israelí o las continuas provocaciones de los colonos ultraderechistas (que entre otras actividades se ocupan de marcar con aerosoles las casas árabes para luego atacarlas) y las repetidas profanaciones a la Mezquita “Al Aqsa”, son solo ejemplos de la sistemática política israelí que busca, además de arrebatarles su espacio geográfico, judeizar todos los aspectos de la vida cultural de la población árabe palestina.

Quienes protestan contra los asentamientos ilegales que Israel promueve a costa de los territorios robados a los palestinos no son la excepción a estas prácticas y para ellos también hay palizas, arrestos y en muchos casos también la muerte. Lamentablemente esto también demuestra que existen sectores de la sociedad palestinos que (por desinterés, conveniencia política o económica o colaboracionismo) miran hacia otro lado y tácitamente avalan estas acciones.


La brutalidad a la que se somete a la población árabe palestina es cotidiana y prueba de ello se ve en la metodología de control de la circulación y tránsito a la que se ven sometidos. La ocupación trata a los palestinos como si fueran animales.

El Status Quo que se mantiene contra la población palestina es un escándalo mundial. El constante y brutal asedio a Gaza, el infame muro de Cizjordania, las usurpaciones sionistas en Jerusalén y las sangrientas represiones contra los manifestantes de árabes y judíos que reclaman el final de estas situaciones expone a quienes (como señalan en Naturei Karta) han secuestrado al judaísmo y lo usan para justificar sus intereses colonialistas. Lo que denuncian estos sectores judíos es al sionismo que maneja al estado.

Para los sionistas estos tratos, además de una demostración de una auto percibida superioridad son parte de un derecho a la defensa contra quienes les agreden o cosa por el estilo. Aún así, en Argentina para sus simpatizantes se hace muy difícil de explicar ante la opinión pública una realidad tan sucia y siniestra. Pero más allá de su silencio y los intentos por tapar ésta realidad amoral e inhumana, se viene sabiendo el alcance de un sistema de presidios que está destinado en gran parte a tratar de destruir el espíritu de lucha y reivindicación de los derechos palestinos.

Desde hace tiempo que los palestinos son los conejillos de indias de los oscuros ingenios israelíes, entre ellos sus sistemas de prisión. La Agencia de Seguridad de Israel (ISA) es el organismo que desde 1948 institucionalizó a nivel estatal el uso de la tortura. Obviamente esta agencia tiene injerencia sobre los presidios que albergan solo palestinos. Pero estos no son presidios comunes. Son campos de detención destinados a comprimir la humanidad de cada uno de ellos sin distinción de sexo y edad. Allí son recluidos no solo miembros de la resistencia política y armada sino también cualquiera que se oponga o desafíe a las políticas del régimen de Tel Aviv. Durante su estancia son sometidos a todo tipo de abusos y humillaciones como parte de una política muy bien urdida y persistente para (además del dolor físico) quebrar la psique del prisionero que una vez liberado ya no tendrá voluntad de luchar.

El sistema de prisiones israelí es un dedo más en el puño de la ocupación y un instrumento más de la colonización sionista. Desde Israel se lo presenta como parte de su sistema de justicia, un oxímoron evidente ante lo que el mismo representa y las finalidades que cumple: Criminalizar y reprimir al palestino o cualquiera que apoye sus reivindicaciones. La fuga de los seis prisioneros en la madrugada del 6 de septiembre pasado ha desatado una campaña de terror a cargo de la “Shin Bet” (policía secreta israelí) y los militares israelíes contra las familias de aquellos demostrando la naturaleza mafiosa, descarada y brutal de los ocupantes.

Desde el gobierno del confeso criminal Naftaly Bennet se han impulsado acciones de represalia colectiva contra toda la población árabe palestina que busca por una parte generar presión psicológica y un escarmiento colectivo por el hecho en sí, que a su vez aterrorice a los familiares y vecinos de los fugados para que (forzados por proteger sus propias vidas o las de sus familiares) cooperan en su entrega, algo que no sorprende en las acostumbradas prácticas represivas de los ocupantes.

Ante esto la conclusión es clara. Israel es un estado ocupante que tiene legalizada la tortura, un proceder inmoral y antiético que no tiene justificación de ninguna clase que ha vuelto a quedar en evidencia con los prisioneros recapturados de Gilboa. Con ello en consideración habría que seguir preguntando ¿Cuándo se aplicara la ley internacional a los responsables políticos de semejante y aberrante realidad política?

 

 

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