En altas horas de la madrugada del 6 de septiembre último en
los alrededores de una de las instalaciones carcelarias de alta seguridad del
sistema represivo israelí (IPS), delgadas sombras se movían con rapidez entre
las penumbras para no ser detectados por los tiradores de los murallones. Seis
siluetas se escurrieron silenciosamente en la oscuridad para hallar la libertad
de un presidio político administrado por el régimen ocupante de Israel.
En la mañana, la
desagradable sorpresa para el director del presidio judío de “Gilboa” (uno de
los 20 presidios existentes) repercutió en los pasillos de la burocracia
gubernamental llegando al mismo despacho del actual jerarca Naftaly Bennet.
Seis de sus prisioneros se escaparon por un estrecho túnel excavado con
cucharas de café desde un baño hasta un sendero próximo a la torre de vigilancia
del penal, una osada maniobra de escape que dejó a los israelíes completamente
asombrados por las dimensiones del túnel excavado y por los medios utilizados.
Como dice el dicho, “se les escaparon bajo las narices” y esa afrenta se la
harían pagar con creces.
Los protagonistas de la
fuga fueron seis combatientes de diferentes ramas de la resistencia armada
palestina, luchadores por la liberación de sus tierras no delincuentes como los
israelíes y los medios occidentales los presentaron. Uno de ellos, un líder de
“Al Fatah” de Jenin y los otros cinco miembros de la “Jihad Islámica” quienes hoy
por hoy la mayoría fueron recapturados gracias a la siniestra metodología del
terror aplicada desde el estado.
¿Cómo logró Israel
recapturar con tanta rapidez a cinco de estos fugados? Al parecer, la política
de terror lo abarca todo en la vida de este estado y es por ello que (como viene
sucediendo desde hace 70 años) no ha dudado en hacer uso de estas prácticas
para recapturarles. Según lo informaron fuentes palestinas, la Shin Bet (la
temible policía secreta) y otros agentes del estado israelí usaron a los
familiares de cada uno de los detenidos como moneda de cambio. Incluso en uno
de los casos, fueron hasta la casa de uno de ellos y tras secuestrar a su
esposa, lo amenazaron con que si no se entregaba ella pagaría las
consecuencias.
La presión funciono y tras
entregarse cada uno de ellos, fueron duramente golpeados y luego sometidos a
brutales torturas que llevó a que alguno de ellos terminara siendo
hospitalizado ¿A dónde estaba el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones
Unidas?
¿Le asombra esto? El uso
de la violencia física como psicológica por el estado de Israel es tan real
como la arbitrariedad y la impunidad con la que se conduce con toda la población
árabe-palestina. Lo hemos visto tanto en sus ataques en el exterior (Siria, Líbano,
Iraq etc) como en sus acciones contra la población civil palestina entonces
¿Por qué cree usted que no iban a hacer lo mismo con los prisioneros que caen
en sus manos? Son incontables las tretas y los abusos contra la humanidad que
han ejecutado en nombre de su derecho a la defensa y la supervivencia.
El asesinato
a sangre fría de la joven palestina de 28 años de edad Mai Afaneh en junio
pasado no solo se inscribe en la cruenta política de Apartheid israelí sino
también otro ejemplo más de la impunidad que los agentes del estado tienen en
estos crímenes.
Pero la extensa casuística
del uso de la represión por parte de Israel va más allá de estas excusas. Los
casos de detenciones arbitrarias y sin justificaciones, están puntualmente direccionadas
contra la juventud palestina revelando como los ocupantes tratan de destruir a
quienes podrían llegar a ser un serio problema del futuro. El caso del joven Samer
Arbeed en 2019 es uno de miles que engordan los expedientes de estos crímenes.
En la mañana del 25 de septiembre de 2019 las fuerzas israelíes irrumpieron en
su casa de Ramallah y tras someterlo a golpes fue llevado al centro de detención
“Al Moscobiyye” en Jerusalén donde dejado a manos de “especialistas” siguió
siendo torturado para ser luego hospitalizado gravemente.
Las torturas y los
abusos en sus centros de detención y prisiones son parte de este sistema
retorcido. Un sistema bien aceitado y en el que la tortura se ha perfeccionado
a lo largo de las décadas por su extensa práctica en la que participan médicos
y especialistas de diversas ramas de la ciencia que conocen donde producir más
dolor, teniendo a los palestinos como sus cobayos.
Poco o nada se dice de
esto en Argentina o más bien en los medios capitalinos advertidamente alineados
con la política de aquel estado. Hablar de una realidad como son las prisiones
de Israel y cuáles son las condiciones en las que se destinan y mantienen para encerrar
a los palestinos no es muy fácil de explicar.
Para los defensores y
justificadores de este estado de cosas se trata de una situación legal. Para
quienes creemos que esto es una aberración de alcance universal, se trata de una
herramienta política para “criminalizar” la resistencia palestina contra la
ocupación que, como lo enseña la historia contemporánea, es una realidad que no
ha podido ser controlada por la Comunidad internacional ¿Los motivos? Son
varios, pero podemos decir que los principales parten de la influencia política
y el poder financiero que Israel por medios de sus organizaciones
trasnacionales despliega en el mundo.
No solo las condiciones
de detención son motivo de críticas sino también y lo fundamental, las causas
que motivan los arrestos que muchas veces están enmarcados en las llamadas
“detenciones administrativas”, una aberración más contra la legalidad
internacional y el respeto de los derechos de los palestinos. Y esto no es una
exageración o un ensañamiento “judeofobo” (como tratan de argumentar rápida y
repetidamente los sionistas). Los documentos gráficos que se vienen recopilando
a lo largo de 70 años de ocupación, violencias y usurpaciones ilegales son
contundentes para fundar estas conclusiones.
En la práctica represiva del estado no hay distinciones de edades. El daño que Israel ha causado y sigue causando a la integridad de los niños palestinos es tan grave y escandaloso que sigue siendo una materia pendiente que esto sea investigado por las instancias penales de la Corte Penal Internacional.
En Argentina hay un gran
prurito para hablar del tema. Uno de los obstáculos para ello son las conexiones
gubernamentales que Buenos Aires y Tel Aviv mantienen en las áreas de “seguridad”.
Pero también por una clara y advertible influencia dentro del espectro de los
medios locales que condiciona el abordaje de estos temas. Ni hablar de criticar
las inhumanidades que comete diariamente el estado ocupante y en ello colaboran
con gran entusiasmo los emporios mediáticos y sus informadores de cara a la
opinión pública. Tanto la dirigencia política de la comunidad como sus
militantes más radicales son conscientes del bochorno que causaría exponer al
debate público estas execralidades a una opinión pública que actualmente está
mucho más informada y con consciencia del respeto a los derechos humanos sin
distinciones odiosas de credo o religión.
Abusos como el cometido
contra el pequeño Mustafa Khalil Amira golpeado bestialmente por una patrulla
del ejército israelí o las continuas provocaciones de los colonos ultraderechistas
(que entre otras actividades se ocupan de marcar con aerosoles las casas árabes
para luego atacarlas) y las repetidas profanaciones a la Mezquita “Al Aqsa”,
son solo ejemplos de la sistemática política israelí que busca, además de arrebatarles
su espacio geográfico, judeizar todos los aspectos de la vida cultural de la
población árabe palestina.
Quienes protestan contra
los asentamientos ilegales que Israel promueve a costa de los territorios
robados a los palestinos no son la excepción a estas prácticas y para ellos
también hay palizas, arrestos y en muchos casos también la muerte. Lamentablemente
esto también demuestra que existen sectores de la sociedad palestinos que (por
desinterés, conveniencia política o económica o colaboracionismo) miran hacia
otro lado y tácitamente avalan estas acciones.
La brutalidad a la que se somete a la población árabe palestina es cotidiana y prueba de ello se ve en la metodología de control de la circulación y tránsito a la que se ven sometidos. La ocupación trata a los palestinos como si fueran animales.
El Status Quo que se
mantiene contra la población palestina es un escándalo mundial. El constante y
brutal asedio a Gaza, el infame muro de Cizjordania, las usurpaciones sionistas
en Jerusalén y las sangrientas represiones contra los manifestantes de árabes y
judíos que reclaman el final de estas situaciones expone a quienes (como
señalan en Naturei Karta) han secuestrado al judaísmo y lo usan para justificar
sus intereses colonialistas. Lo que denuncian estos sectores judíos es al sionismo
que maneja al estado.
Para los sionistas estos
tratos, además de una demostración de una auto percibida superioridad son parte
de un derecho a la defensa contra quienes les agreden o cosa por el estilo. Aún
así, en Argentina para sus simpatizantes se hace muy difícil de explicar ante la
opinión pública una realidad tan sucia y siniestra. Pero más allá de su
silencio y los intentos por tapar ésta realidad amoral e inhumana, se viene
sabiendo el alcance de un sistema de presidios que está destinado en gran parte
a tratar de destruir el espíritu de lucha y reivindicación de los derechos palestinos.
Desde hace tiempo que los
palestinos son los conejillos de indias de los oscuros ingenios israelíes,
entre ellos sus sistemas de prisión. La Agencia de Seguridad de Israel (ISA) es
el organismo que desde 1948 institucionalizó a nivel estatal el uso de la
tortura. Obviamente esta agencia tiene injerencia sobre los presidios que
albergan solo palestinos. Pero estos no son presidios comunes. Son campos de
detención destinados a comprimir la humanidad de cada uno de ellos sin
distinción de sexo y edad. Allí son recluidos no solo miembros de la
resistencia política y armada sino también cualquiera que se oponga o desafíe a
las políticas del régimen de Tel Aviv. Durante su estancia son sometidos a todo
tipo de abusos y humillaciones como parte de una política muy bien urdida y
persistente para (además del dolor físico) quebrar la psique del prisionero que
una vez liberado ya no tendrá voluntad de luchar.
El sistema de prisiones
israelí es un dedo más en el puño de la ocupación y un instrumento más de la
colonización sionista. Desde Israel se lo presenta como parte de su sistema de
justicia, un oxímoron evidente ante lo que el mismo representa y las
finalidades que cumple: Criminalizar y reprimir al palestino o cualquiera que
apoye sus reivindicaciones. La fuga de los seis prisioneros en la madrugada del
6 de septiembre pasado ha desatado una campaña de terror a cargo de la “Shin
Bet” (policía secreta israelí) y los militares israelíes contra las familias de
aquellos demostrando la naturaleza mafiosa, descarada y brutal de los
ocupantes.
Desde el gobierno del confeso
criminal Naftaly Bennet se han impulsado acciones de represalia colectiva contra
toda la población árabe palestina que busca por una parte generar presión psicológica
y un escarmiento colectivo por el hecho en sí, que a su vez aterrorice a los familiares
y vecinos de los fugados para que (forzados por proteger sus propias vidas o
las de sus familiares) cooperan en su entrega, algo que no sorprende en las
acostumbradas prácticas represivas de los ocupantes.
Ante esto la conclusión
es clara. Israel es un estado ocupante que tiene legalizada la tortura, un proceder
inmoral y antiético que no tiene justificación de ninguna clase que ha vuelto a
quedar en evidencia con los prisioneros recapturados de Gilboa. Con ello en
consideración habría que seguir preguntando ¿Cuándo se aplicara la ley
internacional a los responsables políticos de semejante y aberrante realidad
política?
No hay comentarios:
Publicar un comentario