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"En un mundo multilateralista la negociación es la única forma de resolución definitiva de los problemas"

lunes, 23 de agosto de 2021

 


Vivimos tiempos convulsos que pocos en la Argentina se habrían atrevido a vaticinar. Como siempre se ha escuchado por acá “a nosotros no nos va a llegar eso” o “nosotros estamos lejos” y tantas otras frases anodinas que en el fondo representan una forma de pensar basada en el miedo inconsciente a hacer frente a los peligros y que se está modificando de forma acelerada conforme se van produciendo los acontecimientos.

La pandemia del SARS-COV2 que conocimos como el COVID 19 más allá del terror y la psicosis que ha causado entre las personas de un país determinado como en la Argentina ha servido para unir en esta circunstancia oscura a toda la humanidad sin distinciones de nacionalidades, etnias y religiones. Pero lamentablemente esa unidad se dio en el miedo y en la desconfianza, factores que han sido funcionales para que los grandes poderes globales establezcan pautas que disfrazadas de medidas benevolentes y protectoras para los habitantes del globo hoy queda claro que buscan otras finalidades muy diferentes.

Aquí entran a jugar temas como el inmoral desarrollo de armas biológicas y químicas que nada han ocupado la agenda del estado argentino que cooptado por una dirigencia flemática y subalterna a sus propios intereses sectoriales, solo se preocupa de temas contingentes e irrelevantes para la supervivencia de un estado nación.

Para la mentalidad nacional, estos problemas pertenecían al campo de la ciencia ficción y dedicar un solo minuto a estudiar sus probabilidades de desarrollo y existencia era una pérdida de tiempo. Esta mentalidad es la que hace que los cerebros con vocación científica se fuguen del país. Esta visión obtusa es la campea en la clase política nativa, repleta de supersticiones y temores a perder sus privilegios que no les permite atreverse a prever que es lo que podría ocurrir en un escenario problemático como el que se presentó con este supuesto virus.

Obviamente, hay que olvidarse de que se hagan cuestionamientos agudos a los posibles implicados ya que en esta mentalidad cerrada, “mejor no hablar de ciertas cosas”.

¿Cómo pueden los gobernantes de un país como la Argentina cotejar la realidad o la mentira de una amenaza como el COVID sin nunca han previsto que dichas amenazas existen o podrían llegar a existir? Para un estado no deberían existir estas preguntas sin una respuesta concreta. En el caso del estado argentino esta es la regla y es por ello que de no reorientar sus lineamientos con una visión global crítica y profunda, seguirá marchando al compás de los acontecimientos que vengan de afuera.

Fíjense lo que sucedió en 2017 cuando “desapareció” el submarino “ARA San Juan”, ni la Armada ni la Fuerza Aérea pudieron dar -en apariencias- precisiones de lo ocurrido. En ese momento el estado argentino dejo en evidencia sus carencias materiales para poder organizar una operación de búsqueda y rescate autónoma producto de la pésima administración político-económica y el abandono (por cuestiones ideológico-partidarias) de una planificación estratégica. Esa ineficacia por parte del estado no puede tener otra consecuencia que la de una total indefensión.

La imposición de una cuarentena interminable a costa de la libertad y los derechos civiles, fue la primera fase de esa indefensión con la cual los ciudadanos pagaron por directivas de un estado administrado por una casta ignorante y desinformada que desde hace décadas sigue los lineamientos que informan otros estados y los expertos del exterior. El desarrollo de vacunas para contra restar esta pandemia dio inicio a otro capítulo de esta dependencia que por lo que se está viendo, conduce a la instauración de un Status Quo de control global que ya se ha programado muchas décadas atrás.

Lo mismo con la actual situación sanitaria que ha entrado en una nueva fase en la cual los estados se hallan avocados a que todos sus ciudadanos sean vacunados poniendo a rodar, con la cooperación de los grandes medios de información, toda clase de argucias discursivas, administrativas y legales que obliguen a quienes se resistan a terminar aceptando la vacunación.

Para asegurar esa vacunación masiva, los estados están acudiendo a todo tipo de medidas compulsivas para que no quede nadie sin vacunarse. El principal aliado para desplegar esta política son los medios y por medio de ellos es que desde hace ya dos años se radian con dramática persistencia cifras de contagios y muertos que impactan en la psique de quienes les consumen.

En los EEUU la administración federal y muchos de los estados que conforman la Unión además de esto, están implementando la tecnología digital (Biometría de Defensa -DOD- usada y probada en Iraq, Siria y Afganistán) para que los ciudadanos bajen aplicaciones a sus teléfonos móviles que verificaran si los ciudadanos han cumplido con su vacunación. Quien no se haya vacunado, no puede ingresar a sitios públicos e incluso no podrán concurrir a sus trabajos, lo que representa un doble cercenamiento a la libertad tanto de elección a inocularse como a ejercer los derechos constitucionales como son el circular y a trabajar.

Agregado a esto quienes se hallan decidido vacunar no todos tendrán el acceso a ese documento sanitario. En la Unión Europea el solo hecho de vacunarse no es la conditio sine qua non. Solo quienes se inocularon con las vacunas de ciertos laboratorios (curiosamente occidentales) tendrán a recibir dicha libreta que le dará el derecho a la admisión en la Unión Europea. Aquí vemos una mezquina pulseada geopolítica que está por encima del presunto interés general que publicamente esgrimen los gobiernos europeos.

A la par de esto, la implementación de los “pasaportes verdes” que la UE está tratando de imponer sobre todo aquel que pretenda ingresar y circular dentro de su jurisdicción, lleva a conformar un nuevo argumento administrativo que alimenta a la burocracia para que los gobiernos puedan controlar y autorizar a discreción quienes y quienes no son dignos de ingresar. Esto ya esta siendo resistido por varios sectores de la población europea especialmente en Italia y Francia donde las protestas callejeras y las demostraciones de su rechazo han ido en crecimiento.

Indirectamente, se establece un sistema de discriminación con tintes estigmatizantes ya que quienes no cumplan con estos requerimientos burocráticos no podrán ejercer sus derechos en plenitud relegándolos a una tácita categoría de indeseables. Claramente, se propende a ejercer una presión psicológica para forzar la vacunación a quienes se oponen por una u otra razón ya que bajo el argumento de la “salud pública” y el “interés general” se pretende sumir a todos bajo un sofisticado control biométrico total (Como el que el estado chino ejerce sobre su población y el que los EEUU con fines de inteligencia llevaron a cabo en Afganistán) en el cual los estados estarán detalladamente informados sobre aspectos pormenorizados de la privacidad de cada individuo.   

Bajo estos parámetros, los estados que se presumen de respetar las formas democráticas catalogarán con mayor detalle quienes son sujetos deseables y quienes no solo son o, desde un lenguaje policial quienes son peligrosos para la seguridad del estado y quienes no.

Acudimos a ser testigos y protagonistas de una realidad de control total en la que los proclamadores de las libertades civiles y la democracia vuelven una vez más a demostrar que hacen todo lo contrario a lo que dicen.


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