Por el Dr. Carlos Castia
Cuarenta años de aquella gesta patriótica que generó un
cambio colectivo en una población acostumbradamente abúlica y conformista,
parece no bastar para que los políticos argentinos entiendan el valor de este
suceso. La guerra de 1982 le dio a la Argentina un aprendizaje que solo algunos
han logrado entender mientras otra parte, sigue tratando el tema como una
cuestión de víctimas y victimarios de una época en la que ellos ni siquiera
participaron.
Los cuarenta años de
esta gesta pillan al país en una de sus crisis socio-político-económica más profundas
desde su existencia. Es una época muy peculiar y casualmente se produce en
momentos en que la geopolítica ha dado un giro inesperado cambiando los
parámetros que las potencias vencedoras de la segunda gran guerra habían
arbitrariamente establecido.
La recuperación de las
islas y sus aguas circundantes en aquel 2 de abril de 1982 no solo fue el
ejercicio de un derecho inmemorial de Buenos Aires sino incluso, una obligación
política y soberana impostergable que nada tiene que ver con la tan mencionada
intensión de los militares en perpetuarse en el poder. Este último argumento
largamente esgrimido por los intelectuales liberales y anglófilos varios sin
dudas es parte de la intoxicación informativa que desde 1983 (con el gobierno
radical de Raúl Alfonsín) trató de deslegitimizar la gesta.
Hablar de forma
retrospectiva acomodándose al nuevo paradigma imperante es muy fácil de hacer y
ello deforma el fondo de la cuestión. Las generalizaciones odiosas y los
reduccionismos infantiles han campado en torno las interpretaciones de esta
gesta. Eso es lo que se ha visto en Argentina con respecto a las causas de
fondo que llevaron a la guerra de 1982. Periodistas y políticos que estuvieron
en esas jornadas y que incluso se mostraron enfervorizados por la recuperación
no tuvieron el mínimo escrúpulo (al conocerse el cese de fuego de 1982) que
girarse en el aire para pasar a ser vehementes fustigadores y hasta en ciertos
casos acalorados opositores de una guerra que hasta hoy algunos de esos siguen
considerando “una catástrofe” o un “error”. Basta solo recordar como el
gobierno radical de Alfonsín (haciendo un juicio generalista y tendencioso)
despreció a los veteranos -conscriptos y profesionales- condenándolos al
ostracismo y obviamente, a la misma causa Malvinas. Para cerrar esta
infamia, el incipiente gobierno peronista de Carlos Menem firmó la rendición y
la postración mediante los Tratados de Madrid de 1989 y 1990. Solo se trata de
una tara muy argentina que hoy vemos en su política doméstica.
Hoy tratan de argumentar
sus posiciones alegando que no existían razones para la recuperación ya que
hasta 1965 las relaciones entre Londres y Buenos Aires eran óptimas y que había
una atmósfera propicia para la solución negociada. Quienes argumentan esto
pierden de vista (porque se tapan los ojos) que los británicos siempre trabajan
a dos bandas. Cuando dicen una cosa están haciendo otra. En aquel entonces,
mientras existía una relación diplomática estable, Londres no era ajeno a sus
operaciones de inteligencia dentro del país donde supo reclutar a periodistas y
políticos para su servicio de inteligencia exterior MI6.
En cierta medida es
entendible que esas valoraciones surjan de personajes que mantienen una
vinculación ideológica y económica con el mundo anglosajón. Pero en muchos otros
que viven en el continente son el reflejo de la ignorancia de los hechos y las
circunstancias de aquella época e incluso, de una persistente y muy silente
campaña de propaganda británica por desviar el horror y las causas de esa
guerra a los mismos argentinos que la pelearon.
Quienes apelan por el
mote insultante de “víctimas” o “chicos” para con los veteranos (no ex
combatientes), demuestran ser permeables a la campaña de intoxicación montada
por las agencias bajo el encargo del Foreign Office. Una de ellas es la
montada para que se identifiquen los cuerpos de los soldados en Malvinas
poniendo al frente de esta operación al ex Coronel Jeffrey Cardozo quien tras
el final de la guerra fue comisionado a las islas para rastrear las bajas en el
terreno y encargarse de construir el cementerio donde se hallan los cuerpos de
123 soldados argentinos sin identificar.
La labor de Cardozo podría
ser vista como loable y de una empatía encomiable pero sin dudas es parte de una
maniobra de ablande psicológico y persistente manipulación dirigida no solo a
los familiares de esos soldados sin identificar sino a todo el pueblo en
general. Se busca captar la empatía de sus familiares y a su vez, ahondar el
rechazo al ejército argentino para el que sirvieron. Si realmente Cardozo tiene
tanta preocupación por los familiares de los caídos argentinos en Malvinas
sería muy interesante que se contabilizaran las bajas de sus propias filas ya
que los números no concordarían con la realidad. Algunos rumores han señalado
que los mercenarios nepaleses caídos superarían los 2000 efectivos, pero fueron
enterrados en fosas comunes lejos de la vista de la opinión pública y eso sin
contar con las bajas en las tripulaciones de varios de los buques hundidos
durante la guerra ¿Acaso no tienen madres que les lloraran?
Es por eso que no hay
que tragarse todo lo que se ve y mucho menos, lo que los ingleses quieren mostrar.
Se trata que los argentinos pierdan el interés por esas islas y al mismo tiempo
sientan simpatía por el enemigo. No es otra cosa que el tan usado slogan por
los británicos “divide y vencerás” que les ha permitido apropiarse de amplios
espacios geográficos alrededor del mundo con la colaboración gentil de una
parte de los habitantes de esos sitios invadidos.
Para los anglosajones
(tanto británicos como estadounidenses) la guerra psicológica es un campo muy
serio e importante al cual se le dedican ingentes recursos para su estudio y
desarrollo. Las “operaciones de información” son una parte de esta área a la
que se destinan batallones especializados para dicho fin. Casualmente ambos,
han usado y abusado de estas tácticas en Iraq, Afganistán, Libia y Siria
buscando que el “enemigo se comporte como ellos quieren que se comporte”
(Señalado por el Coronel estadounidense Michael Holmes al ser indagado por las
manipulaciones ejecutadas en Afganistán -Dirigidas desde Camp Eggers-).
A los argentinos se los
puede dominar desde el sentimentalismo y la emotividad y queda claro que los
británicos lo saben muy bien. Cuando se dieron cuenta que los argentinos
llamaban con emotividad “chicos” a sus conscriptos de 18 años de edad, no
podían entenderlo ya que ellos incluso contaron con tropas que tenían 17 y
pelearon tan rudo como ellos. Pero eso solo fue una muestra del material con el
cual podían trabajar el Departamento de Guerra Psicológica y el Instituto Tavistok
de Londres.
Son una mezcla de
orígenes producto de la inmigración que igualmente los identifica el carácter
latino (ibero), de naturaleza sanguínea y movilizable. A contra posición los
británicos son anglosajones, metódicos, cerebrales y prácticos que los pone en
una ventaja superlativa ante aquel otro carácter. Eso no significa que uno sea
mejor que el otro ni que uno sea bueno o malo y viceversa. Solo se trata de
explicar cual es el punto de entrada de la manipulación que orquesta
Londres.
Esto lo vemos hoy con el
caso de Ucrania tratando de convencer, por medio del Conglomerado de medios a
la población de Europa que Rusia quiere ocuparla y expandirse siguiendo un plan
por restituir la Unión Soviética, un razonamiento que además de errado es imposible
de llevar hoy a la práctica. Pero Londres lo difunde y mediante Washington,
bombardean con este punto de vista que trata de aislar a Rusia del mundo.
A la Argentina se le
hizo lo mismo. Y aunque en aquellos momentos la administración republicana de Ronald
Reagan consideraba ante la opinión pública que este conflicto se daba entre dos
socios de EEUU, la propaganda de medios y sus simpatizantes internos (en la
intelectualidad y los medios) no se detuvieron en propalar la palabra
“invasión” para identificar a la acción argentina cuando en realidad había sido
una recuperación de la invasión británica de 1833.
La victimización de los
“kelpers” (muy sustentada por ciertos medios y periodistas argentinos) es otra
pata de esta manipulación que fue y sigue siendo un elemento fundamental para
que Londres justifique su fortalecimiento en las islas. Pero más allá de todo
esto y de las manipulaciones orquestadas desde Londres al final termina pesando
el interés supremo de la OTAN que obviamente y ante el nuevo escenario, las
islas del atlántico sur se vuelven estratégicas para controlar la navegación
más allá del trópica de Capricornio.
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