Era
apenas un pibe de diez años de edad cuando Argentina recupero las islas
Malvinas y todo el archipiélago del Atlántico sur. Como olvidar esa mañana
helada de abril en la que mi madre mientras me preparaba el café con leche para
ir a mi colegio, escuchaba una noticia que me sin saber por qué, me hinchaba el
pecho... “La Argentina ha recuperado las islas Malvinas”.
Pese al desenlace y el
paso de los años bajo gobiernos absolutamente corruptos y traidores, mi
añoranza no se ha apagado y estoy seguro que el futuro depende de nosotros.
Pero cuando uno crece y
se prepara entiende que la política es una ciencia en la que la emoción sirve
muchas veces (sino las más) para manipular a las masas y que no es nada
práctica para tomar decisiones de estado y mucho menos, de carácter
estratégico.
Los británicos ganaron
por un pelo esa guerra, pero ganaron en ese entonces. Como parte de su
idiosincrasia política imperialista y extensa experiencia, supieron fabular un
relato propio del por qué lograron ganar y para ello, escondieron en esa historia
todos los elementos que le proporcionaron las ventajas y también, sus propias
perdidas y fallas que recordemos, fueron muchas y penosas.
Sobre aquello último,
queda aún sin explicar dónde están computadas las bajas de sus mercenarios “Gurkas”
nepaleses y lo más importante ¿Dónde se fueron enterrados?
Nuestros políticos y esa
parte de la aborregada sociedad camaleónica que cambia de color según la
ocasión, castigaron con la indiferencia y la subestimación a nuestros héroes. Nadie
ha sido tan cruel y dañino como este comportamiento colectivo, pusilánime y
oportunista. El gobierno radical de Raúl Alfonsín, amparado en la tan
balbuceada democracia tuvo un protagonismo central en esta humillación
silenciosa y es por eso que poco respeto puede desatar a la luz de aquellas infames
jornadas ¿Quién puede olvidar esa canallada? Los veteranos claramente no.
Nuestros hombres
pelearon muy bien y ellos si escribieron la historia ya que, son quienes hacen
los artífices de los cambios que moldean la realidad.
Pero volviendo a lo
importante, los británicos no ganaron como ellos lo imaginaban. Más
precisamente, el precio pagado no fue el que el Foreign Office creyó que pagarían
ni mucho menos, lo que siguen difundiendo como la “verdad oficial”. Pero ¿De
dónde provenía esa seguridad? Si buscas respuestas en el país no la hallabas y
aún no las hallas, típico de una democracia de lengua.
Un artículo del abogado británico
Michael Shrimpton en cual da su punto de vista a 40 años de la guerra, devela
con algún detalle cuáles fueron algunas de las incumbencias que Washington tuvo
en el conflicto. Siempre hay que remarcar las circunstancias geopolíticas del
momento reguladas por principios legales atinentes a ello (TIAR) y que
precisamente no se cumplieron.
Obviamente que Shrimpton
da su punto de vista con la mirada anglosajona y ello no puede ser reprochable.
Allí critica a Francia por haber provisto a la Argentina de los misiles “AM-39 Exocet”
que además de marcar un hito en el uso de los misiles antibuque en un combate
naval, hicieron palidecer a la toda la plana oficial de la “Royal Navy” sin
precisar que al final de cuentas, París acordó secretamente con Londres cortar
el aprovisionamiento a los argentinos.
Tal vez le falto aclarar
a Shrimpton que nuestra gente supo administrar los pocos misiles que tenía en
existencia y que incluso, usando el ingenio nacional, se remplazó esa carencia
fabricando sistemas caseros como la “Instalación de Tiro Berreta” (ITB), un
término bien argentino de lo que significa una improvisación usando lo que
tenés a mano.
Su mirada se centra en
hacer un análisis comparativo de aquella guerra con las actuales circunstancias
en Ucrania donde el papel de la fuerza naval rusa podría ser decisiva para
rendir definitivamente a los ucranianos.
Orientado ese fin remarca
desde su particular objetividad, el valor estratégico y la importancia que tuvo
hundir al “ARA Gral Belgrano” (claramente por su potencia de fuego) criticando
al mismo tiempo la falta de visión del Almirantazgo británico y de la misma
Margaret Thatcher por no mantener en servicio unidades navales vitales para la
superioridad naval. En ese aspecto, pero mirando a los buques británicos
similares al Belgrano, Shrimpton criticó que buques como el acorazado “HMS
Vanguard” no fueran de la partida dándoles un valor tal que incluso y según él,
“los misiles Exocet que eran lentos habrían rebotado al golpear su casco”, una
afirmación muy dudosa y hasta poco creíble dada la probada letalidad con la que
fue utilizado por nuestros pilotos e ingenieros del ITB.
Shrimpton hace referencia
al papel que jugaron las agencias de inteligencia en advertir a la guarnición
británica de Malvinas sobre el inminente ataque. La CIA -según él- pudo
detectar el calor de las unidades navales argentinas que partían desde la Base
Naval de Puerto Belgrano rumbo a las islas y pronto le dio aviso a sus colegas
del MI6. Suena poco creíble esta versión de los hechos. Incluso va más allá y
detalla un supuesto entuerto dentro del gabinete británico dentro del cual, un
sector de la inteligencia naval estaba a favor de no advertir a la guarnición
en las islas ¿Cuál era el propósito de semejante intensión? Claramente la de
darle un mayor efecto publicitario a la espera de una carnicería que no
sucedió.
Sin dudas que los
estadounidenses desde sus satélites monitoreaban las actividades de la región,
pero ciertamente los británicos y en especial el MI6 no necesitaban de ese
aviso ya que contaban -como seguramente lo cuentan hoy- con su propia
red de informantes y alcahuetes bien dentro del “círculo rojo” y del estado
argentino.
Igualmente, Shrimpton
insiste en la versión del complot interno y afirma que los británicos de las
islas pudieron ser finalmente puestos en aviso gracias a la ONI (Inteligencia
Naval de los EEUU). Continuando con su descripción de la situación, también confirmó
la provisión a la RAF de los misiles aire-aire estadounidenses “AIM-9
Sidewinder” (por entonces los más sofisticados) que los británicos montaron
sobre sus “Sea Harrier”.
Pero lo más sorprendente
es el confirmar la presencia y actuación de unidades tácticas especiales de los
EEUU como son los “Delta Force”, quienes son los homólogos del S.A.S. británico
y con los cuales llevaron adelante operaciones secretas dentro de las islas y
tal vez en el continente, si tomamos como ciertas su aseveración de que
estuvieron desplegados dentro del territorio argentino. Aclaremos que estos
tipos no son “mercenarios” de origen estadounidenses sino parte de las tropas
regulares con lo cual, remarca las consecuencias políticas que dicha
intervención debió tener entre Washington y Buenos Aires.
Quizá una de las
conclusiones que más me llamaron la atención de Shrimpton fue la de que sea
necesaria una segunda guerra por Malvinas que no es algo descabellado, tal como
va la marcha del mundo aunque es cierto de señalar, (y más allá de las
condiciones materiales para enfrentarla) no estará a cargo de políticos
pusilánimes y traidores como los que han pasado y los que siguen hoy en
carrera.
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