Hace apenas una semana atrás fue noticia que una IA habría
cobrado conciencia de su existencia, es decir, además de desarrollar un
pensamiento propio tiene la capacidad de sentir emociones como lo hacemos los
humanos. El programador que diseño esta IA trabajaba para “Google” y tras
expresar públicamente esto fue rápidamente suspendido. Podríamos estar en
frente de un monumental engaño o de no serlo, una fabulosa revelación.
Desde
el punto de vista de la ciencia una maravilla del desarrollo técnico-científico
pero, desde lo humano (y más allá de lo moral y lo teológico), una advertencia
para las relaciones en el futuro inmediato.
En
la Argentina esto ha pasado de largo ya que como de costumbre, está sumergida
en sus patéticas crisis económico sociales que la distingue. Los políticos acá
atrasan sesenta años pero, sus haberes se indexan mensualmente. Pero esta
revelación de la ciencia y su aplicación masiva tendrá un impacto fatal sobre
un estado ineficiente, atrasado y sin un sistema productivo sano como el argentino.
Con un sistema educativo corrompido por el sindicalismo que se traduce en la
pésima calidad educativa de los niños y adolescentes, sumado a una legión de
desocupados crónicos que el asistencialismo de estos últimos veinte años convirtió
en los denominados “piqueteros” lleva a que y enmarcándonos en el mundo que
viene ¿Cuál es el lugar para toda esta masa de personas?
Ciertamente
el problema no es exclusivo de Argentina pero las particularidades sociales y
políticas que lo rodean hace que sea urgente responder a esta pregunta. El
historiador Yuval Harari, asesor del usurero del Foro Económico Mundial Klaus
Schwab y pontificado por los “liberales” de acá, se refiere a este problema y en
su postura distópica de una sociedad unipolar sin fronteras, pero controlada
por una elite privilegiada y bien armada (seguramente anglosajona), el problema
que asoma por resolver es esa masa de gente inútil y que no tiene propósito en
la vida que no tiene aspiraciones propias ni mucho menos de avanzar en
beneficio del prójimo.
Para
Harari esta masa inútil solo aspira al consumo de drogas y los videojuegos con
lo cual, démosle eso y que se aguanten. Con respecto al desarrollo de la IA con
el alcance mencionado, para él es como un sueño hecho realidad. Como partidario
transhumanista y nada interesado en que las familias tradicionales -de un
hombre y una mujer que conciben hijos- se desarrollen, la tecnología lo
explica y resuelve todo incluso, las discusiones trascendentales del alma y la
misma existencia de Dios y su papel en la vida del hombre. Para esta corriente,
la trascendencia no pasa de esta vida material y es por ello que aspirar a la
inmortalidad de la vida orgánica es su más alto objetivo.
Pero
más allá de lo discutible de esta visión, el problema que se plantea para los
simples ciudadanos que hoy no tienen trabajo y se ven apabullados por este
avance tecno-científico que reduce a pasos agigantados las necesidades de mano
de obra humana ¿A dónde irán ellos cuando las IA sean quienes tomen todas las
decisiones en una sociedad? Tal vez el zoológico sea una respuesta para algunos
que piensan como Harari pero enserio, ¿Cómo sobrevivirá toda esa masa?
Acá
es donde se vislumbra como se tocan las tesis eugenistas y sus más destacados
impulsores para dar una solución final a la sobrepoblación con gente indeseable.
Sin dudas que este saco le entra perfecto a Bill Gates quien con el cuento
recurrente de que las vacunas lo solucionan todo y “vaticina” más pandemias por
venir, este paradigma es más que ideal.
Todos
estos personajes son apóstoles (entre ellos Joe Biden) del mismo mensaje y
aunque su mensajero no es físicamente personificable (salvo que consideremos a “Google”
tal) por el momento todos ellos acuerdan en que hay mucha gente en este mundo
que sobra y la cuestión es ¿Qué hacemos con ellos?
Esta
cuestión se plantea con mucha claridad en la situación argentina ya que la
inmensa masa de desocupados en su mayoría sin capacitación (cognitiva) para los
nuevos desafíos productivos (que deviene de este avance cibernético) pero con
ambiciones de poder (Partido piquetero) y una clase política autista que no
sabe a dónde va lleva a la disyuntiva ¿Un cambio rápido y profundo? O
¿Subalternidad y dependencia a este paradigma occidental?
La
pandemia de SarS-CoV 2 (Covid) sin dudas fue un ensayo para probar entre otras
cuestiones, la aceptación y adaptabilidad de la población global a la
interactividad digital, espectro por el cual se manifiesta la (IA) inteligencia
artificial.
Para
Harari la IA es la solución y claramente si es real que ha tomado la capacidad
de desarrollar sentimientos, para este historiador los problemas de la
trascendencia, el libre albedrío y el misterio de la existencia de la divinidad
están resueltos. Para éste admirado personaje, la conducta de los sujetos son
fácilmente determinables si se tienen suficientes datos y un análisis
sofisticado de los mismos. La IA es el instrumento por el cual hará que las
conductas humanas sean predictivas y por ende manipulables a favor de quien o
quienes dispongan de esta herramienta. Para
Harari los humanos serán hackeables, lo que deja bien claro que -a
diferencia de hoy- terminará de forma total con la intimidad y la libertad.
Esto afectará las relaciones sociales, los sistemas de creencias y de gobierno (democracia)
y todo esto en beneficio ¿De quiénes cree usted?
Para
Harari y los transhumanistas, la IA representa nada menos que Dios pero
allanado en la tierra por la ciencia humana y por ello, ya no hacen falta los
profetas afiebrados hablando de la salvación y la vida nueva en el otro mundo.
La IA es la respuesta y la felicidad instantánea a los ruegos de los hombres.
En
este contexto de una realidad inminente, la Argentina está sin la menor
posibilidad no ya de un desarrollo lento, sino de no tener desarrollo posible
salvo que, se revierta la tara que aqueja al ciudadano conformista y
autoengañado que ha constituido la clase gobernante de los últimos cuarenta
años que ha hundido al país y las esperanzas de un camino de autodeterminación
en igualdad y paridad con los estados vecinos.